martes, 5 de julio de 2011

No era como los demás.

Las miradas oscuras en las que se perdía y encontarba la claridad, aquellos días fueron sustituidas son sonrisas llenas de luz. No era como los demás, se atrevía incluso a decir que era mejor. El miedo de perder lo que tenía apostado a kilómetros de allí, y que tanto le había costado reunir, la hacía verse agotada y sin fuerzas para dar seguridad, pero cuando él sonreía borraba de un soplido ese sentimiento de pesadéz que no la dejaba moverse con naturalidad. Su sonrisa lo arreglaba todo, su comprensión, sus ojillos entornados a causa del cansancio, su mirada de alegría y sus caricias de ánimo y compañía. Nada era igual si él estaba cerca, si su calor estaba ahí. Pero cuando estaba sola ante aquella pequeña grandeza, de sus ojos salían torrentes de lágrimas que empapaban su cara y su blusa, acordándose de sus bienes apostados en la distancia. No podía perder no que tenía tan lejos, ni ganar lo que tenía tan cerca. La carencia de la compañía en la distancia era fundamental para que se olvidara de aquellos buenos momentos llenos de sol en un porche de columnas, pero todo era muy complicado, y decidió dar paso real a la Providencia: aprochebó lo que Dios se había puesto en su camino durante aquellos días, luego, ya se vería. Aquellas sonrisas, iluminaron hasta las noches más oscuras llenas de terror y de pánico, y sintió un refugio en sus brazos hasta que pasara la tormenta.