martes, 21 de diciembre de 2010

Cinco segundos.

Un abrazo de cinco segundos jamás dio tanto que pensar. Un segundo para agarrarte fuerte
y cuatro para no querer soltarte jamás. Espontáneo. Ya te tenía entre mis brazos, notaba cada músculo de tu pecho en el mío. Mis manos agarraban tu espalda, y memorizaban sus medidas. Sí, perfecto. Tus manos envolvían mi cintura. Sí, perfecto.

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