Si no existes, yo me muero.
"Y pienso que si no existes, yo me muero", fue lo primero que escuchó cuando se sentó en la cafetería. Aquella frase salía de los altavoces pronunciada por una voz macarra y seductora, acompañada de una melodía que la hacía prácticamente perfecta. A ella rápidamente se le fue la memoria a aquel amigo incondicional que siempre la acompañaba en clase, -mañana se lo diré- pensó.
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