Minutos antes.
Odió tener que ver como caían lágrimas de él. Lágrimas que se lanzaban al vacío desde sus diminutos ojillos, resbalando por sus mejillas claras, y que ella, que no quería verlas morir cuando llegaran al final de su cara, se las llevaba con su dedo, con todo el amor, o más, del que pudo poner minutos antes.
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