martes, 23 de agosto de 2011

El reflejo de una farola.

En mitad de la madrugada de aquel día agotador, abrió los ojos y seguía allí: sentado en sus pies en mitad de la multitud ya dormida o a punto de hacerlo. Sus ojos se veían claramente gracias al reflejo de alguna farola. Sentado tal cual ella lo dejó cuando calló en el sueño. Sin hablar, apenas contestaba a alguna pregunta cuando ella se despertaba, y en la penumbra, ella se llenaba de tranquilidad cuando sus ojos llenos de cansancio la miraban.

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